El límite del amor

Qué importante resulta amarse bien para amar mejor. Ya lo dice Walter Riso en su libro Los límites del amor…El amor no lo justifica todo. En una cultura donde se ha ponderado el amor sin límites y por sobre todas las cosas, la vida de pareja (y yo agrego de comunidad) ha pasado a ser la principal forma de autorrealización, sin importar el costo. Entregarse en cuerpo y alma, olvidándose de uno mismo y de las necesidades propias, es el resultado de una serie de creencias distorsionadas sobre el amor que se perpetúa de generación en generación.
Pero hay otra opción: podemos amar sin destruirnos a nosotros mismos, podemos reubicar el amor lejos de la idealización perniciosa y absolutista, es decir, sin ansiedad y sin negociar los principios vitales que nos determinan. Para amar no debes renunciar a lo que eres, ésa es la máxima. Un amor maduro integra el amor por el otro con el amor propio, sin conflicto de intereses: “Te quiero, porque me quiero a mí mismo, porque no me odio”. Para lograr esto se requiere de una revolución personal, de cierta dosis de subversión amorosa que nos permita cambiar el paradigma tradicional de “ser para el otro” por un nuevo esquema en el que el respeto hacia uno mismo ocupe el papel central.(…)”


Entonces y a partir de allí podremos tomar lo de San Pablo a los Corintios: “Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios - el saber más elevado -, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta amor nada soy. Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero para recibir alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve. El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto, sino que se goza de la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo. El amor nunca pasará. Las profecías perderán su razón de ser, callarán las lenguas y ya no servirá el saber más elevado. Porque este saber queda muy imperfecto, y nuestras profecías son también algo muy limitado; y cuando llegue lo perfecto, lo que es limitado desaparecerá. Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba y razonaba como niño. Pero cuándo me hice hombre, dejé de lado las cosas de niño. Así también en el momento presente vemos las cosas como en un mal espejo y hay que adivinarlas, pero entonces las vemos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como soy conocido. Ahora, pues, son válidas la fe, la esperanza y el amor; las tres, pero la mayor de estas tres es el amor.”

Foto: el Taj Mahal

Nadie es una isla...

Tal vez la sensación sea la del canal de parto… el tiempo ha llegado a su fin… porque para todo hay un tiempo… perdón si estuvieron esperando. Gracias si lo siguen haciendo. Es la vida un continuo desacomodarse para volver a ponernos de pie… en el mejor de los casos.Tantas cosas para compartir y casi ninguna… hoy, es un mundo distinto. Tantas expectativas, para llegar de este lado siendo otra. Eso es crecer, ciertamente no es transcurrir… De pie, pero como después de la ola, tosiendo un poco de agua, desencajada y hasta tal vez medio perdida… pero ciertamente encontrada… (aunque parezca una contradicción).
Para ser justa al testimonio de mí misma, no pudo dejar de decir gracias. Enorme y profundo. Abarcativo y personalizado… John Donne lo dice mejor…

"Nadie es una isla completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti."

John Donne
(1572- 1631)
Poeta inglés