Testigo del crucificado

TRIDUO PASCUAL
SABADO SANTO
Silencio. Muerte. Locura silenciosa y tristeza profunda.
Ya no hay palabras. No hacen falta.
Perdimos lo que amábamos. A él.
A él que nos deslumbró con su modo, su mensaje, su manera de vivir.

Fueron tres años y parecieron muchos más… tantas anécdotas, tantas historias y horas compartidas, tantas personas desconocidas que pasaron a ser amigos, tantas vidas transformadas… no moriste en vano. Ya todos somos distintos. Nada será igual sin vos. Pero nada será igual de ahora en más…

Mi cabeza te trae a la memoria y mi corazón se estruja en llano. Te extraño. Tanto te extraño. Comienzo a valorar lo que hasta ayer era cotidiano: tu charla, tus silencios, tu modo de empatizar con la gente, tu manera de conocerla en profundidad, tu firmeza para tratar a los que no conjugaban con tu valor por la persona humana, por las mujeres, por los niños, los desprotegidos, los enfermos, los pobres, los marginados…

Será que deberemos tomar tu lugar y defender así tu mensaje?
Qué harías en nuestro lugar Jesús?
Qué harías si se te hubiera muerto el sentido de tu vida?

Tengo miedo. Tenemos miedo. El habernos juntado de nuevo no nos trajo tu valor.
No queremos terminar como vos… querido Jesús… amado Maestro… que haremos sin vos...
Sin vos… no creemos poder nada…

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