Conmemoración de los fieles difuntos

La historia de los enterramientos en Buenos Aires tiene su origen en la fecha misma en que se asienta la primera población. Si bien las primeras disposiciones para inhumación de cuerpos mantenían las tradiciones europeas, el incremento poblacional y nuevos conocimientos en materia de higiene aportaron otras soluciones.

Antiguamente, los muertos eran inhumados en los llamados "camposanto", en la parte posterior de las iglesias y las personalidades importantes en el interior de las mismas.

En 1820, durante el gobierno de Martín Rodríguez y su ministro, Bernardino Rivadavia, fueron expropiados los terrenos ocupados por el huerto de la Congregación Franciscana, siendo destinados a la construcción del Cementerio del Norte.

Fue el primer cementerio público en la ciudad de Buenos Aires, habilitado en abril de 1821 como primer cementerio independiente de parroquia alguna.

El 13 de diciembre de ese mismo año establecían que la administración y el funcionamiento de los cementerios como responsabilidad exclusiva del Estado. Esta norma determinaba la construcción de dos enterratorios al oeste de la ciudad que las carencias económicas impidieron llevar adelante hasta que el 1º de julio de 1822 otra norma determinó la utilización para estos fines del Convento de los Recoletos y sus tierras aledañas.

En consecuencia, el día 8 de julio de 1822 se crea el Cementerio del Norte.

El Ingeniero Próspero Catelín se ocupó del proyecto arquitectónico que se inaugura el 17 de noviembre, cuando se producen las primeras inhumaciones.

Los primeros en recibir sepultura fueron una joven uruguaya llamada Dolores Maciel y un joven, párvulo liberto llamado Juan Benito.

En 1863 el presidente Mitre firmó un decreto que permitía que fuesen enterrados los practicantes de otras religiones.

Con el tiempo, el cementerio del Norte llegó a un estado de abandono hasta que en 1880, el primer Intendente de la ciudad de Buenos Aires, Torcuato de Alvear, encomienda al Arquitecto Buschiazzo, su remodelación.

Se pavimentaron sus calles, se rodeó con un muro de ladrillos y se embelleció con un pórtico de entrada con doble hilera de columnas de fuste acanalado de orden dórico.

En el friso se destacan 13 alegorías, símbolos de la vida y de la muerte.

El Cementerio de la Recoleta, nombre con el que se lo reconoce recién desde 1949, ocupa actualmente cuatro manzanas y cuenta con alrededor de 6000 sepulcros a perpetuidad. Más de 70 bóvedas fueron declaradas Monumento Histórico Nacional y el Cementerio en sí es considerado Museo Histórico Nacional desde el año 1946, por los personajes ilustres que aquí descansan, por la calidad arquitectónica y por sus magníficas esculturas.

Es uno de los más importantes del mundo junto con el de Staglieno en Génova y el Père Lachaise de París.

Al ingresar al peristilo se observan en el piso tres fechas: 1822 - año de creación del cementerio, 1881 - fecha de su primera remodelación y 2003 - tercera remodelación.

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