Ser padres hoy implica obligatoriamente una cuota extra de madurez, para controlar los impulsos, las ideas locas, evitar lo excesivo, cuidar las formas, manejar los tiempos, saber callar y desaparecer a tiempo. Mirar a los ojos, guardar distancias y también saber dar un abarzo. Aconsejar o pautar un límite aún a costa de parecer terminante. Evitar levantar la voz o exagerar los gestos cuando se habla con enfado o de algo que importa mucho. Saber resistir a la frustración, el estrés, el dolor, los disgustos, las traiciones… Sin por ello caer en el derrotismo, la sumisión, la irredenta insatisfacción, el desencanto cercano a la resignación.
Madurar es haber conquistado la flexibilidad sin perder las convicciones, ser comprensivo, compasivo, dialogante, estar abierto al pacto, al debate razonable, a la generosidad del olvido y la sonrisa que acoge.
Madurar es haber conquistado la flexibilidad sin perder las convicciones, ser comprensivo, compasivo, dialogante, estar abierto al pacto, al debate razonable, a la generosidad del olvido y la sonrisa que acoge.
Un padre o una madre maduros halla un modo diferente de estar en el mundo, de reaccionar a las adversidades, de interpretar los eventos, de valorarlos y de implicarse en ellos. Se deja arrastrar menos por las circunstancias, sean estas favorables o desfavorables... porque la madurez permite ver el lado bueno de las experiencias adversas y relativizar el de las experiencias positivas.
1 comentario:
y cuando lo expuesto aqui no nos sale......tambien está bueno saber y poder pedirles DISCULPAS .....,no sé porqué a algunos padres les cuesta tanto poder pedirselas a sus hijos.....
Publicar un comentario