A ustedes, mis amigos enamorados dedico este posteo de hoy... inspírense y disfrútenlo...
Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo de la vida.
Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de la carne se respira.
Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.
Estar enamorado amigos, es descubrir dónde se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz de un río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo de la llama.
Es entender la pensativa conversación del corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música sin tasa.
Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza distraída.
Es recordar a Garcilaso cuando se siente la canción de una herrería.
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una casa campesina.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre la pena y la alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita.
Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o son propias las lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir su noche oscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre, y en adelante no volver a decir nunca.
Y es, además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.
FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ, el autor de este poema de métrica inusual es el poeta argentino que creció literariamente en la cercanía de los movimientos vanguardistas del primer tercio de su siglo,tanto en Europa como en el Cono Sur.
Tal vez no sea el integrante más afortunado de lo que en su país se llamó la Generación de 1922, en la que descollaron escritores como Oliverio Girondo, Jorge Luis Borges y Norah Lange, entre otros, aunque logró pinceladas personales que merece la pena rescatar.
En busca de una voz propia, Bernárdez, hijo de inmigrantes europeos (gallegos) al igual que la mayoría de los escritores de su generación, transitó en su juventud por su interpretación del creacionismo, expuesto por Huidobro al pasar por Buenos Aires en 1916, y del ultraísmo, propuesto por Borges y otros.
Con el tiempo, sin embargo, fue rezagándose un tanto de las preocupaciones poéticas de sus contemporáneos, en pos de una poesía católica a lo Paul Claudel que alcanzó ciertos vuelos, aunque fue menguando en intensidad, al decir de algunos críticos.
22 sílabas es una métrica poco ortodoxa. Pero con ortodoxia Bernárdez no sólo mantiene la cadencia a lo largo de los cuarenta versos del poema, sino que cada una de sus cuatro estrofas mantiene la misma rima.
Nació en Buenos Aires, el 5 de octubre de 1900. Hijo de padres españoles, viajó a los veinte años, a la patria de sus ancestros. Allí ejerció el periodismo en Vigo, como redactor de “Pueblo gallego”, donde se relacionó con figuras como Valle Inclán, los hermanos Machado y Juan Ramón Jiménez.
Retornó a su país natal, donde desempeñó actividades literarias en la Revista “Martín Fierro”, e integró, desde 1928, el grupo de la revista “Criterio”.
En 1925, vio la luz su obra “Alcántara”, año en que lo galardonan con el tercer premio del concurso literario de la Municipalidad de Buenos Aires. En esta época funda la revista “Libra”, en colaboración con Leopoldo Marechal.
Integró, junto a notables figuras, como Jorge Luis Borges, Ricardo Güiraldes y Conrado Nalé Roxlo, entre otros, el grupo “Florida”, perteneciente a la corriente del ultraísmo.
Una larga enfermedad le obliga a guardar reposo a partir de 1930, y recién en 1935, se conoce otro de sus poemas: “El Buque”, de carácter intimista. A partir de entonces, su obra es sumamente prolífica, destacándose: “Cielo sin tierra” (1937), “La ciudad sin Laura” (inspirado en su esposa, y escrito en 1938); “Poemas elementales” (1942), “Poemas de carne y hueso” (1943), “El Ruiseñor” (1945), “Las estrellas” (1947), “El ángel de la guarda” (1949), “Poemas Nacionales” (1949), “La flor” (1951), “El arca” (1954) y “Poemas de cada día” (1963).
En 1978, fallece en el mismo país que lo vio nacer, dejando una vasta obra cultural desarrollada desde sus escritos literarios, funciones públicas y como agregado en el Servicio Exterior.
Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de la carne se respira.
Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.
Estar enamorado amigos, es descubrir dónde se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz de un río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo de la llama.
Es entender la pensativa conversación del corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música sin tasa.
Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza distraída.
Es recordar a Garcilaso cuando se siente la canción de una herrería.
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una casa campesina.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre la pena y la alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita.
Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o son propias las lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir su noche oscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre, y en adelante no volver a decir nunca.
Y es, además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.
FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ, el autor de este poema de métrica inusual es el poeta argentino que creció literariamente en la cercanía de los movimientos vanguardistas del primer tercio de su siglo,tanto en Europa como en el Cono Sur.
Tal vez no sea el integrante más afortunado de lo que en su país se llamó la Generación de 1922, en la que descollaron escritores como Oliverio Girondo, Jorge Luis Borges y Norah Lange, entre otros, aunque logró pinceladas personales que merece la pena rescatar.
En busca de una voz propia, Bernárdez, hijo de inmigrantes europeos (gallegos) al igual que la mayoría de los escritores de su generación, transitó en su juventud por su interpretación del creacionismo, expuesto por Huidobro al pasar por Buenos Aires en 1916, y del ultraísmo, propuesto por Borges y otros.
Con el tiempo, sin embargo, fue rezagándose un tanto de las preocupaciones poéticas de sus contemporáneos, en pos de una poesía católica a lo Paul Claudel que alcanzó ciertos vuelos, aunque fue menguando en intensidad, al decir de algunos críticos.
22 sílabas es una métrica poco ortodoxa. Pero con ortodoxia Bernárdez no sólo mantiene la cadencia a lo largo de los cuarenta versos del poema, sino que cada una de sus cuatro estrofas mantiene la misma rima.
Nació en Buenos Aires, el 5 de octubre de 1900. Hijo de padres españoles, viajó a los veinte años, a la patria de sus ancestros. Allí ejerció el periodismo en Vigo, como redactor de “Pueblo gallego”, donde se relacionó con figuras como Valle Inclán, los hermanos Machado y Juan Ramón Jiménez.
Retornó a su país natal, donde desempeñó actividades literarias en la Revista “Martín Fierro”, e integró, desde 1928, el grupo de la revista “Criterio”.
En 1925, vio la luz su obra “Alcántara”, año en que lo galardonan con el tercer premio del concurso literario de la Municipalidad de Buenos Aires. En esta época funda la revista “Libra”, en colaboración con Leopoldo Marechal.
Integró, junto a notables figuras, como Jorge Luis Borges, Ricardo Güiraldes y Conrado Nalé Roxlo, entre otros, el grupo “Florida”, perteneciente a la corriente del ultraísmo.
Una larga enfermedad le obliga a guardar reposo a partir de 1930, y recién en 1935, se conoce otro de sus poemas: “El Buque”, de carácter intimista. A partir de entonces, su obra es sumamente prolífica, destacándose: “Cielo sin tierra” (1937), “La ciudad sin Laura” (inspirado en su esposa, y escrito en 1938); “Poemas elementales” (1942), “Poemas de carne y hueso” (1943), “El Ruiseñor” (1945), “Las estrellas” (1947), “El ángel de la guarda” (1949), “Poemas Nacionales” (1949), “La flor” (1951), “El arca” (1954) y “Poemas de cada día” (1963).
En 1978, fallece en el mismo país que lo vio nacer, dejando una vasta obra cultural desarrollada desde sus escritos literarios, funciones públicas y como agregado en el Servicio Exterior.
2 comentarios:
Muy buena información, interesante de leer y saber más afondo de Francisco Luis Bernárdez.
Estar enamorado.bello poema q debí memorizar cuando cursaba 1ro medio allá x 1977.es tan largo, aun lo recuerdo, claro ,no totalmente,los años han hecho estragos en mi memoria
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